después del terror (única parte)

El hombre puntiagudo se acomodó en el asiento de primera clase con un suspiro que volteó cabezas. El recuerdo del hombre de las uñas largas, la amenaza de su presencia, le habían impedido el sueño en el hotel del aeropuerto. Con cierto pesar, estudió su ropa estrujada. Pero llegaría vivo a Paramaribo, y allí encontraría ayuda; él mismo hubiera arrugado todo su guardarropa con tal de asegurarse tránsito seguro. Con el pie derecho sintió el maletín oculto bajo el asiento; se lo entregaría al Puerco y acabaría sus negocios con él. Confirmó aliviado que todos los hombres que veía tenían las uñas bien recortadas, pulcras. Sólo quedaba por delante un vuelo de ocho horas, después de todo lo que había visto y tolerado. Ocho horas y todo estaría bien.