El libro del último (dos selecciones)
Publicado originalmente en Claridad el 20 de julio de 2006 (hace un mes)
párrafos 543 - 553Entró la familia extendida de visita por la puerta, luego la abuela. Cualquiera hubiera concluido que la abuela andaba con los demás, pero no era así y yo lo sabía. La abuela había muerto hacía unos años.
Yo observaba desde las escaleras, venía último como siempre, y desde ahí saludé con la mano a todos y dije Hola abuela para enterarlos. Los tíos, tías y primos se voltearon; la familia inmediata que los recibía, mis padres y hermanos, advirtieron por primera vez ese sobrante entre los recién llegados. Hola abuela, dijeron todos.
La abuela saludó, se puso a caminar cerca de las paredes, y todo el mundo se dispersó. La visita de la familia comenzó pese a la visitación. Yo encontré un círculo compuesto de algunos de mis hermanos y primos. ¿Por qué hace esto?, pregunté preguntándome. Hace tiempo que no lo hacía, dijeron algunos. Pensaba que ya no iba a volver, era la idea general compartida por varios. Al final me escogieron a mí, porque siempre soy el último, para ir y hablarle.
Ya para eso ella no estaba en la antesala de entrada. Busqué por toda la casa y por fin la encontré frente a un cuadro de la biblioteca. En realidad estaba demasiado cerca para verlo, su cara casi tocaba el aceite de la pintura sin marco, era imposible que pudiese apreciarla.
—El del medio pinta bien, ¿verdá? —le dije por conversar, refiriéndome al hermano que había pintado el cuadro.
Ella no contestó, y de repente yo no tenía paciencia. La recurrencia de sus cameos absurdos había sido un agente corrosivo que había afilado mis esquinas blandas, y tuve que decirle:
—Abuela, tú no estabas invitada. Francamente nos desconcierta que sigas apareciéndote aquí después de muerta.
Entonces alargó la mano izquierda y rodeó mi antebrazo con su puño. Para ser vieja y además fantasma, la presión de su apretón era sólida como una esposa.
—Pues te toca a ti —me dijo—. Si me ayudas, me voy.
Como soy bastante perceptivo, ya hacía tiempo había entendido que en las paredes que miraba, en las pulgadas de cemento, en los átomos, sólo buscaba alguna fibra que la ayudara a entender el misterio de su muerte. Como había muerto por causas naturales, no podía buscar cabellos sueltos ni huellas digitales que la ayudaran a identificar a un asesino. Tenía que examinar las costuras de lo visible en busca de la solución de su misterio. Hasta ahora me había parecido una misión patética, pero en ese momento, con mis nuevos ángulos filosos y con la solidez de la muerte bajo mi axila, esposándome, se me ocurrió que algún día yo moriría también si no encontrábamos la causa, y me dispuse a ayudarla.
párrafos 602 – 616Desperté con dolores en el cuerpo y un tumulto afuera de mi ventana oscura. Por un segundo pensé una onda, después pensé estoy dormido. Pero me puse de pie y me sentía despierto a pesar de que no estaba en donde debía estar. Culpé a mi abuela, decidí que se había vengado, que éste era su castigo por mi fracaso.
Caminé por la casa vieja confirmando los pasillos casi olvidados. Una radio sonaba a la distancia, quizás en la lavandería, pero me dirigí al origen del tumulto mayor, que ahora con la mente más clara supe que era un tumulto alegre. Como esperaba, afuera toda la familia se bañaba en la piscina. Me saludaron efusivamente, invitándome al agua que estaba buena, como si fuera domingo al mediodía y no cualquier día tarde en la noche.
—No, gracias, ahora no —dije, y me froté los ojos para hacer el show de dormido.
Mi padre preparaba unos hamburgers en el barbecue del patio, y me preguntó si me incluía. Le dije que quizás más tarde y me senté en una plegadiza junto a una tía joven. Los juegos proseguían en la piscina. Dos primos menores luchaban, trepados en los hombros de dos primos medianos. Me miré los pies descalzos y venosos por unos segundos, pero no podía contener más la curiosidad de saber cuánto sabían.
—¿Ustedes saben qué año se supone que sea?
—2000 y pico —dijo mi madre.
—Ajá —dije despacio—. ¿Y saben que nosotros no vivimos en esta casa desde 1998?
—Claro —dijeron varios alrededor y adentro de la piscina, como ofendidos por mi tono condescendiente. En el agua, el mayor de mis hermanos se había acercado y se recostaba de la orilla más cercana a mí.
—¿Y nadie iba a mencionar que volvimos atrás en el tiempo o que estamos en una realidad alterna o no sé qué?
—Bueno, no, porque, hello —dijo el mayor de mis hermanos con un gesto de la mano que abarcaba el mundo entero. Su tono podía significar dos cosas: (A) ¿Qué se puede decir, si es obvio? (B) ¿De qué nos vamos a quejar, si volvimos al pasado con conocimiento del futuro? ¡Esto está brutal!
Probablemente significaba ambas cosas. Me relajé en mi asiento.
Por fin divisé a mi abuela sentada hacia la derecha, entre otros dos parientes ancianos. Hubiera sido una falta de respeto preguntar, y además no tenía que hacerlo: estaba seguro de que estaba viva en esta realidad.
—Abuela, creo que estaban dando el programa que te gusta en la radio. ¿Te la traigo?
—No, yo voy y lo oigo adentro.
Me acerqué y le ofrecí mi brazo para que se pusiera de pie. Lo alcanzó con un agarre tenue y levantó su cuerpo del asiento. Le gustaba escuchar las carreras de caballo.
dos selecciones
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